Vivir sin vender
Creo que el derecho a vivir sin vender.
Vivir sin tener que vender nada a nadie. Vivir sin tener que convencer. Vivir sin tener que dedicar horas del día a una actividad que no tiene relación ninguna con aquello que nos hace humanos.
Vivir sin sentirse obligado a construirse un personaje que encuentre encaje en un sistema, en el que realizar unas tareas, por las que se recibe una prestación, que se utiliza para adquirir bienes básicos, y no básicos.
Creo que abstenerse de participar de una sociedad en la que todo, y todos, es, y somos, mercancía es un derecho legítimo, aunque no aparezca en un ningún texto legal.
Creo que es lícito y justo negarse a participar de este juego. Y creo, que en el exacto y preciso instante en el que uno se arroga este novedoso derecho se genera automáticamente el deber de autoproveerse de lo necesario para la vida, sin perjuicio de que el estado, o cualquier otra entidad decida, quiera y participe de esta tarea.