La libertad que nos da mirarnos en los espejos
Hemos dejado de mirarnos a los espejos y hemos olvidado buena parte de lo que somos.
Los espejos (a veces se llama la metáfora de los espejos o la ley del espejo) son un tema recurrente en cualquier práctica de autoconocimiento; autoconocimiento, adquirir conciencia, desarrollo espiritual, construcción del yo, liberación del yo, deconstrucción del yo…, llámalo como quieras. Son los vericuetos de la conciencia.
Expresado de maneras diferentes, todos quieren decir algo que se parece mucho a lo siguiente:
Todas las personas son espejos. Todas las personas con las que nos relacionamos, o de las que huimos, reflejan partes (actitudes, hábitos, comportamientos) de nuestro yo.
Aquello que apreciamos (u obviamos) en el de enfrente, y que nos genera emociones positivas, negativas o neutras, son sólo reflejos de nuestra propia personalidad.
El zen menciona los espejos: "el hombre perfecto usa su mente como un espejo. No se aferra nada, no rechaza nada. Recibe, pero no conserva."
Bruce Lee (más zen) habla de espejos: "Be Water My Friend"
Marina Abramović en su performance 'The Artist Is Present', habla de espejos: "cuando esas personas se sientan delante, ya no se trata de mí. Me convierto en espejo de su propio yo", "el objetivo es vaciarse, ..., convertirse en espejo", "cuánto más vacío el espejo, mayo y mejor será la proyección". ¿Qué es el arte sino una práctica de autoconocimiento?
El Zen y Marina nos hablan de la perfección del espejo, pero estamos todavía muy lejos de llegar a ese punto.
No es una ciencia exacta, nada relacionado con la conciencia lo es, pero es una muy buena herramienta para esos momentos de la vida en los que no sabes qué eres ni que quieres ser, para esas situaciones en las que andas haciendo el ejercicio de observar qué y cómo te has construido, viendo con qué te quedas y qué descartas.
Nuestra persona, o nuestra personalidad, está en continua construcción/deconstrucción, pero en la naturaleza no existen los valores intrínsecos. Todo se define comparando.
En la naturaleza no existe lo cierto o lo falso, ni el frío niel calor, ni lo húmedo ni lo seco, ni los días luminosos ni los días oscuros, no existe el bien ni tampoco el mal. Todo lo que existe es en comparación con lo que había hace una hora, ayer o la semana pasada (más frío, menos calor, más oscuro, más luminoso, menos húmedo, etc.) o en comparación a ciertas definiciones o juicios de valor que forman parte de la sociedad a las que nosotros les damos su valor absoluto (lo bueno y lo malo).
La comparación puede ser una actividad consciente, pero la mayor parte del tiempo funciona en segundo plano. No podemos bloquearnos cada minuto para valorar cada estímulo que recibimos.
Hacemos medidas comparativas, continuamente, para poder entender la situación en la que nos encontramos, para poder tomar decisiones, para cambiar o mantener. Para poder observarnos, para poder construirnos y deconstruirnos, para añadirnos o quitarnos cosas, necesitamos comparar con lo que había ayer, hace un mes o hace un año. Necesitamos espejos en los que mirarnos.
Necesitamos los espejos para comprobar si estamos bien o mal, si nos sigue gustando esto o aquello, si seguimos queriendo estar dónde estamos, si nos siguen gustando las personas de las que nos rodeamos. Los espejos reflejan, sobre todo, nuestra propia cordura, pero solo son realmente útiles los espejos que miramos, y los reflejos que recibimos, en los espacios de autenticidad.
Los espacios de autenticidad, lo habrás deducido, son aquellos lugares en los que somos extremadamente libres. Esos lugares en los que nos expresamos de forma libre, de forma pura, en los que surge nuestro yo más auténtico, en los que nuestro yo se expresa sin cortapisas. Tu yo más auténtico no se expresa en el trabajo ni con la familia, tu yo más auténtico es el que aparece en los sitios oscuros, en los lugares nuevos, en los espacios dónde se dialoga abiertamente y se abren puertas de la percepción: bares, clubs, festivales, países extranjeros, Berlín, sitios con gente nueva, lugares de culturas distintas, en el Bassiani, abstrayéndote viendo arte, espacios para bailar,…
Pero resulta que llevamos un año mirándonos en pocos espejos (trabajas desde casa y sales a la calle con mascarilla) y pisando pocos espacios de autenticidad.
Y necesitamos enfrentar nuestro yo más auténtico a muchos espejos para no tener una idea distorsionada de la realidad.
Para entender la libertad en su totalidad, y poder ampliar la nuestra, hay que exponerse a la libertad de otros, hay que reflejarse en personas bailando libremente, pintando libremente o viajando libremente.
Cuando observamos a alguien haciendo algo con una sonrisa, estamos mirando en realidad a una persona libre, nos estamos exponiendo a la expresión de su libertad.
¿Dónde están las personas sonriendo? ¿Dónde están las personas expresando su libertad? ¿Dónde están los espejos que solíamos visitar? Hace tiempo que no salen a la calle, hace tiempo que no los podemos ver.
Lo que ocurre es que llevamos unos meses sin pisar el after. ¿Qué es el after? El after es un lugar figurativo y metafórico al que vamos a mirarnos a los espejos y a comprobar que todo está mucho mejor de lo que parece.
Si muchas cosas con las que estabas a gusto ahora te parecen molestas, desagradables o insoportables, dale tiempo, te falta mirarte en muchos espejos y te falta visitar muchos espacios de autenticidad. Se te han olvidado cosas porque hace tiempo que no las ves.
Respira profundo. No estamos tan mal.